Sunday, March 05, 2006

Olas Aletargadas

Me pasé la semana en Acapulco y me siento agotado. Mi cartera se encuentra bien vacía y me imagino que quiere llorar por hacer tantos gastos en un tiempo tan corto. Siempre me siento muy mal del alma cuando gasto dinero por cualquier cosa. Los billetes son sagrados.

Fui con los intercambistas europeos que viven aquí en Zacatecas y con Jaciel, mi hermano americano de Brasil. Les tengo que confesar que los güeros me empezaban a molestar desde el primer día con sus pendejadas arianas. Duramos mucho tiempo tratando de decidir que hacer, donde comer, y cuando acostarnos. Comimos mucho en Burger King y en el supermercado.

Llegamos el viernes a Acapulco y llevamos las chivas al Hotel Santa Lucita, donde habíamos conseguido dos habitaciones. Cada una nos cobró $15 dolares al día, y se veían igual que como pensarías. Nada mas contuvieron dos camas, luz, y un baño que apenas funcionaba. Es una vida culera, pero romántica. Me sentía chingón sobreviviendo de cerveza y frutas baratas y llegando al hotel cada noche cubierto de arena. Yo fui John Fante.

Puesto que somos pálidos de las regiones frías, la actividad principal del viaje era ir a la playa. Aquel viernes nos pasamos la noche en la playa echando chupe con una familia de chilangos amables. No me acuerdo de los detalles, pero de alguna manera se rompió una sandalia (sólo una) y me puse a gritar mis quejas a los cielos.

Si algún día se van para Acapulco, les aviso que la comida es muy sucia y sabe toda a mierda. Me tomé un jugo de guayaba y me enfermé en seguida de la panza. Ese es un caso frecuente, pero aquella vez se le ocurrió a Jaciel también. Duramos tres días encerrados en el hotel recuperandonos y acabando el rollo del papel de baño. Después, Jaciel estaba visiblemente perturbado y no hablaba mucho durante el resto del viaje. Sus ojos vacíos nos decía que no había muchos pensamientos pasando a través de su cabeza. Cuando por fin quiso decir algo, era "tengo que cagar" o algo mas profundo.

Ya que habíamos oído mucho hablar de los antros acapulqueños, las chamacas querían ir a uno para experimentar su esplendor supuesto. A mí me daba igual si fuéramos o no. Sabía que iban a ser todos llenos de gringos y elegí permanecer en el hotel. Todos regresaron del antro bien deprimidos, bueno ellos que no estaban borrachos. Así todos menos Christoph. "Pinches gringos" quejaron las alemanes. Jaciel se veía bien triste y seguía hablando de "aryan bullshit."

Despues de volvimos a buena salud, fuimos a la roca de La Quebrada y hicimos un par de otras cosas turisticas y nos despedimos de Acapulco. Yo estaba listo para salir. El ver de mis paisanos me dio pena y me puso muy irritado. Vine aqui para escaparme de la raza blanca y no quiero que me interrumpan mientras.

Ya por fin estoy a secas aquí en casa en Zacatecas. Ahora puedo hacer lo mío y ver a mis amigos mexicanos. Gracias al viaje me di cuenta del valor de lo que tenga aquí. Este es mi hogar. No lo quiero dejar hasta que lo haya de hacer.